domingo, 30 de junio de 2013

Tal vez mañana a tu ventana llame otro príncipe azul...



Te encuentro, removiendo los hielos de tu copa de ron. 
Sentada en la barra, con esos ojos grandes, fijos, esos ojos.
Sujetando con tus manos mi corazón, 
sin ni siquiera haberme conocido,
me he perdido en tus caderas, me han atrapado tus labios, sin ni si quiera haberlos rozado,
tus ojos, tus ojos me han enamorado.
Te encuentro, tus pensamientos vuelan lejos, navegan en otros mares, congelan los suspiros que se escapan de tu boca. No me ves, y sin embargo tú eres todo lo que mis ojos contemplan, todo lo que mis ojos quieren ver.

Sin darme cuenta nos sorprendí, tumbados en la arena una noche de verano. 
Sin darme cuenta nos sorprendí, complétamente enamorados. 
Tus ojos ahora no veían otra cosa que no fueran mis ojos,
 tu alma recorría la mía y se fundían, y no lo notábamos. 
¿Cómo iba a saber que serías mía?, fuiste el mejor de los regalos.

Pasaría cada minuto de mi vida navegando en tu sonrisa, con tan solo tres minutos que había pasado a tu lado y ya lo sabía, con tan solo tres minutos en mis brazos.

Y sin darme cuenta te encontré removiendo mi vida, te encontré llevándotelo todo.
Con tres minutos te ha bastado para enamorarme y matarme a tu lado,
con tres minutos te ha bastado para besarme y dejarme la miel en los labios.
¿Dónde estarán ahora tus ojos grandes, fijos, esos ojos?,
removiendo otra copa de ron quizás los encuentre, o tumbados en la arena una noche de verano.

Con tan solo tres minutos ha bastado, 
con tan solo tres minutos, 
para condenarme una eternidad a tu lado.