lunes, 11 de enero de 2016

La vida es eso que pasa mientras se cruzan nuestras miradas

Una vez oí, que la vida de alguien no debe depender de si alguien, viene o se va de ella. Y yo, un lunes cualquiera, pienso en ese momento en el que me encontré reconociéndome en los ojos de aquel extraño. Aquel extraño que antes había sido mio, que había tenido mi cuerpo, mi alma, mis pensamientos, aquel extraño por el que había derramado mil y una lagrimas, y quemado frente a la orilla del mar doscientas noches, rogando porque tan solo una de ellas fuera eterna.
Aquel extraño ahora estaba mirándome a los ojos, me pedía no ser extraño, me pedía conocerme. Esa persona que me dejo marchar, esa persona que me hizo tanto daño, aquella que antes había sido mi único amor, mi amor verdadero, ahora era un total y completo desconocido. Y es que, como una vez alguien me dijo, ahora eramos dos extraños con un millón de recuerdos en común. Y esa sensación amigos míos, esa ridícula, extraña y escalofriante sensación, es el amor conjugándose en pasado. Esa sensación es la vida pasando ante tus ojos, y desconociendo, lo que un día conociste.
Por eso ahora aquel extraño, no tuvo otra opción que echar a andar, cruzarse de acera, mirar hacia otro lado, porque ahora no eramos mas que dos desconocidos, con un pasado en común y un futuro que podía haberlo sido. Por desgracia o por suerte vivimos en el presente, ese presente en el que no nos conocemos y por tanto, solo podemos llorar por habernos conocido.