miércoles, 26 de abril de 2017

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Me gustan las fotografías en las que no se mira a cámara, porque me gusta pensar que a veces, solo a veces, ni con la mirada más profunda apuntando al más caro de los objetivos, puede captarse la luz que se capta únicamente con la más sincera de las sonrisas. Me gusta, a veces, confundir las palabras y ver como una frase cuerda y ordenada, se convierte en un trabalenguas loco y sin sentido, porque a veces así, le doy el valor correspondiente a cada sílaba y las lleno de amor y de alegría, de tristeza y lágrimas y así las hago mías. Me gusta imaginar que puedo parar el tiempo, en medio de un beso sincero, en medio de la estrofa favorita de mi canción más adorada. En medio de unas carcajadas con mis amigos o del primer sorbo de cerveza fría mientras bailamos cualquier absurda melodía, entre luces de neón y cientos de desconocidos, que parece no importarte que estén justo ahí. Ahí, compartiendo tu momento, su momento. 

Me gusta jugar con mi pelo cuando me miras y morderme los labios para así parecer un poco más interesante y aparentar estar llena de pensamientos arrogantes, de esos que te gustan, sobre cuestiones apasionantes de la vida, sobre ciencia, política e incluso matemáticas. Adoro jugar a adivinar lo que piensas, sobre las cosas que te rodean, sobre la gente a la ves, la que está ahí, y sobre mi. Me gusta verte bailar en los sitios donde la gente baila, y dónde no lo hace, a veces, también. Me gusta pensar que tú también me ves a mi, y que adoras jugar a adivinar lo que pienso y me sientas única, irrepetible, inigualable, siempre joven. Aunque nada de eso esté pasando, ni en una realidad paralela, por muy absurdo que fuera, estaría pasando. 

Me gusta pensar que soy una ola y rompo con fuerza en las vidas que me tocan, aunque nada de eso suceda. Y también, a veces, me gusta imaginar que aún estoy a tu lado y cómo sería mi vida contigo, apacible tal vez, quizás no, no lo se. Pero disfruto imaginándote acariciando mi pelo o dándome la mano en mitad de un precioso campo de flores amarillas y todo es perfecto, perfecto en mi cabeza. Me gusta imaginarme entre tus brazos por la noche y sentir tus besos ficticios en mi mejilla e incluso esa calma imaginaria que me trasmites me gusta, puedo sentirla. Y aún más me gusta, pensar que haces lo mismo en cualquier otra parte del mundo. Y que puede ser, que otra persona que aún todavía ni conozca, sueñe conmigo y le gusta imaginar lo que a mi me gusta, puede. 

Me gusta como te miro mientras me fotografías y me gusta imaginar que esa mirada no se la pongo a cualquiera, y no quiero imaginar un cualquiera si quiera. Me gusta hablar de amor, de mar, de soledad y del frío. Me gusta cantar en el coche y a veces hasta imagino que me escuchas, que soy una estrella de música y que algo de lo que estoy haciendo en ese instante tiene un sentido y me gusta, joder que sí me gusta. Me gusta estar viva y sentir los vaivenes de la vida y poder seguir jugando con las palabras y sintiendo tus caricias e imaginando otras tantas, todo eso me gusta. 

Me gusta caminar descalza por la playa después del invierno, porque se siente como la calma después de la tormenta, se siente como me siento yo. Y eso me gusta. Me gusta que me pienses loca e indomable, aunque yo no piense que lo sea y no me guste pensarlo y piense que lo piensas solo para intentar mostrarlo. Me gusta confundirte, me gusta comprenderte y despejar tus dudas, me gusta que despejes las mías, que no seas capaz de hacerlo. Me gusta imaginarte leyendo un libro en el porche y jugando a las cartas en un atardecer de verano, quizás porque un poco de eso se siente algo vivido, quizás de tanto imaginarlo. Fíjate que es imposible hablar de lo que me gusta sin casi nombrarte, así que creo que mejor habré de resumirlo, de resumirme. 

Me gustas. 

lunes, 24 de abril de 2017

Versos a quemarropa

Tal vez, y digo tal vez porque la certeza se vuelve traicionera en la boca del ser humano y nos sacude la razón como un torbellino. Tal vez, estés en lo cierto y sea una bala perdida. De esas que nunca se sabe de donde salieron y sin ninguna razón aterrizo en tu sien hiriendo además todo aquello que encuentro, dejándote sin aliento y sin vida. Una bala perdida, de esas que no tienen dueño y tampoco razón de ser. Que no eligen su destino, ni tampoco su recorrido, ni la piel que atraviesan a quemarropa.
Y quizás con mis besos herí más de lo que curan mis palabras y los agravios que me mantienen con vida rompen aquello que me la concedió y la libertad, así como tus cadenas, me vengan tan grandes, que soy capaz de escabullirme no en silencio, si no con un ruido tan atronador como un disparo a media noche.
He quemado mis naves y en medio de este vacío, de este eco ensordecedor, ni te busco ni te dejo de buscar y cuando te encuentro las palabras que antes pensaba, no terminan de aterrizar. Y tus oídos cansados de plegarías y de versos que hablan del edén se regalan, quizás, a otros labios, que saben quererte más pero no mejor. Y yo, como una bala perdida, que no se apuntar, provoco catástrofes en otras vidas y me poso en otros labios, que saben quererme más fuerte, pero no mejor, tal vez.

Y marchándome y no terminándome de marchar, y hablándote sin mirarte a los ojos, susurrando al viento para que así, como una maldita bala perdida atraviesen tus oídos estas suicidas líneas. Y así tal vez, sin certeza ninguna, vengas tú a mi, como una bala perdida. Nuestros ojos se encuentren y no hagan falta más palabras que las que puedan decirse nuestros ojos y no haga falta calor y que no haga falta ni tan solo el aire que se respira, porque yo respiro tu cuerpo y tú el mio. Y quizás así, no haga falta soñar.

Tal vez, y sin un ápice de certeza digo que solo tal vez, consiga apuntar hacía tus labios y con un rayo de suerte te deje con vida, y una vez más volvamos a empezar.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Solo tardaré un segundo

Solo duró un segundo. 
Un beso, una caricia, una mirada, 
solo duró un segundo. 
Igual que pronunciar tu nombre 
entre lo cálido de las sábanas, 
lo mismo que duró,
 un suspiro la primera vez que me besabas. 

Solo fue una madrugada la que pasamos juntos, 
pero fueron cientos en mi memoria, 
fueron tantas en el recuerdo. 
Y el adiós no tuvo ni siquiera ese segundo. 
Solo duró un segundo, 
tus manos en mi cadera pero sujetando mi mundo 
y sobre la arena caían mis razones, 
mis argumentos, mis límites y mis esquemas. 
Y solo tardaron un segundo.  

Solo un segundo, 
rodaba una lágrima el día en que decidí marcharme, 
solo un segundo. 
Y es que a veces no tener ningún motivo para quedarse, 
son más mil razones para irse, 
pensé en solo un segundo. 

Porque solo un segundo me basta para explicarte mis motivos, 
y también para callarlos me basta, 
porque a veces los olvido,
cuando vuelves a pasear por mi cabeza, 
en solo un segundo. 

Y ese segundo es capaz de derribar mis teorías, 
del olvido, el recuerdo y el amor 
Del mar, la sal y la arena. 
El tiempo, la playa y el azul de tus ojos.
Solo un segundo y te escribo el mejor de los poemas. 
Solo un segundo en mi mente,
te basta para quebrar mis ideas.

Porque es tan fugaz ese segundo,
y pesa en el alma como mil primaveras, 
anhelándolo, 
ese segundo en el que vuelvas. 
Y cuando acabe te marches, 
y ese segundo se detenga.