martes, 25 de noviembre de 2014

Dos niños pequeños que lo sentían todo, y lo sigo sintiendo hoy por ti...

Donde estoy, sin ti, sin tu mano sujetando mi cintura.
Donde estas, sin mi, y sin romper las costuras de mi ropa, 
y sin sentir mis besos por la comisura de tus labios.
Dónde están mis zapatos que solían bailarle sevillanas a la luna, 
dónde están las cenizas de este cigarro, dónde están nuestras tormentas.
Y los quejidos lastimeros tornando otra melodía, en otro planeta,
y nuestras sabanas revueltas en otros cuerpos, otros abrazos, otros poetas. 

Dónde están los atardeceres, dónde están los placeres, 
dónde están las resacas de amores del pasado, 
dónde están los que aman sin ser amados,
y los que viven enamorados del reflejo marchitado del ayer,
del nunca, del quizás, del que atraviesa una puerta sin llamar. 

Dónde están los días que no acababan y acabaron, 
y las manos que ataban tu piel con mi piel,
y la miel que nos guardamos, y las lunas que nos regalamos,
y los vacíos del destino en los que nos perdimos inhumanos.
Dónde esta el amor del que hemos renegado.

Dónde estoy yo sin tu nombre a fuego en el pecho,
dónde estoy yo dentro de este destierro,
dónde estoy yo cuando el publico abandona el salón, 
y el telón se torna oscuro y nos cierra la función.
Dónde están los "te quiero", las trincheras,
la guerra fría.

Dónde esta aquella voz que me prometía, un verano en su boca,
un atardecer en su pelo, una puesta de sol en sus manos,
dónde esta la fe que nos tenia en vilo,
dónde estas tú, querido mio.

Y dónde quedo yo, dentro de este soneto.