viernes, 22 de mayo de 2015

A mi no tan queridísimo, amor verdadero.

Oye mira, lo he estado pensado y creo, que ya ni despedirse merece la pena.
Ni tú eres quien yo creía, ni yo soy quien tu soñabas.
Puede que en otras vidas, otras galaxias, otros cielos,
sigan esos ojos, esas miradas, esas sábanas y esos sueños.


Puede que sola en soledad y sin ti, yo, sola

sea más que contigo. Más yo, menos tú y menos cualquiera.
Puede que mis grandes ojos fijos, esos, marrones,
se hayan cansado de llorarte, de velarte, de aguardarte en sus pupilas,
de empaparse con tu iris azul, puede que incluso, pero solo puede,
que hasta hayan olvidado cómo se cerraban los tuyos ante mi cuerpo desnudo,
entre tus manos, ante mis argumentos escurriéndose entre tus huecas promesas
de eternidad, de cielos claros, de mares en calma.


Y es que creo que quizás no sea más divertido, pero si más sano

aprender a olvidarte.
Puede que al principio siga soñando y mis llantos se ahoguen en otro cuerpo,
otra lengua, otros ojos, esta vez más oscuros. Puede que me calmen otros brazos,
y que de repente, confundida, pero más cuerda que nunca,
haya aprendido que el amor sí que llama dos veces, que el amor se repite en cada latido.
en cada mirada y en cada cama en la que dos se juntan para ser uno.



Puede que ahora, que me ha caducado esa licencia de exploración por tu mente,

quiera iniciar una expedición por la vida. Porque ya no me haces falta, ni tú, ni tus mentiras.
Ni tú, ni tus espejos, ni tú, ni tus orillas.
Puede que no sea más sano, pero si más divertido andar perdida.


Por eso, oye, mira, voy a expropiarte mi alma, mis caricias, mis llantos,

mis palabras, mis sonrisas, mis manos, mis besos, mi cuerpo, mis ojos,
mis recuerdos, mis fotos, mis suspiros y sobre todo, mi amor.


Porque al final de todo, en este ni contigo, ni sin ti,

he acabado conmigo.