lunes, 4 de abril de 2016

¿Yo?, no te he escrito nada

La primera calada de la mañana,
las manos ciegas de no acariciarte,
el corazón distraído susurrando tu nombre,
mi cuerpo sordo agonizando cada noche.

El destino entrelazando nuestros pasos,
cada puesta de sol, en cada playa.
La vida rodando cuesta abajo,
tratando de hacer ver que no, no nos debemos nada.
El amor desgastado prendiendo una vez más la llama,
y nosotros, para variar, haciendo ver que no,
no sentimos nada.

La noche traza nuestras pisadas,
traza las heridas en cada hueso,
los resquebraja, nos hace débiles,
nos hace deseables, nos hace eternos,
y morimos cada vez que se encuentran nuestras almas,
cada vez que miramos la misma luna,
o cada vez que nuestros pensamientos se adivinan,
se encuentran, pensando en nuestras miradas.

Como un disparo en el pecho,
o como uno de tus besos,
en cada recoveco de mi espalda.
Como una puerta entreabierta,
como el mar rompiendo en mi ventana,
la vida viene entre tus manos,
y se va detrás de cada una de tus pisadas.

Como un llanto, como un orgasmo,
como un entierro, como saltar hacia tus brazos,
como una despedida, como un encuentro.

Eres como la vida misma,
desterrándome a no desearla.
Y de que sirve estar viva,
si me muero cada vez que no me miras,
cada vez que no dices nada,
y si la distancia hiciera el olvido,
ojalá estuviera yo, más que olvidada.

Como una noche sin ti, como una historia de amor acabada.
Yo escribiéndote en la madrugada, y tú, tú haciendo como que no,
no sabes nada.