Cuando el alma quiere llorar,
pero el terco corazón quiere latir.
No queda otra que marejar, resistir,
no podemos más que pensarnos,
no podemos más que añorarnos,
amarnos a ratos y a escondidas,
desconocerte en medio de la vida.
No podemos más que besarnos,
fugazmente y en sueños,
no podemos más que lamentarnos,
a quemarropa y entre sollozos,
o al menos yo no puedo.
Porque cuando el ansioso tiempo quiere correr,
mi voz galopa hasta tus oídos,
y los pasos se entrecruzan con las miradas,
y los labios se pronuncian en nombre del amor,
porque cuando este es grande,
las distancias siempre son pequeñas.
Y es que cuando las manos se quieren tocar,
se vuelve inevitable el encuentro,
se vuelve casi realidad tu tacto,
y en medio de la noche despierto,
creyendo haberte tenido,
sabiendo haberte soñado.
Porque no queda otra que resguardarnos del frío,
entre el calor de los besos infinitos,
y las cenizas del pasado.
Y todo esto sucede, solo,
cuando mi pobre y terco corazón quiere latir,
y buscarte entre otros brazos.